domingo, 9 de noviembre de 2014

Una llave con pies (Capitulo 1)

Capitulo 1

− ¿Alguien sabe dónde está la llave del auto? −fue la pregunta que hizo Sofía, hablando en voz alta, como si quisiera que toda la vecindad la escuchara−. De pié al lado de la mesita de noche, en la sala.
− ¿Cómo?, acaso no está en la mesita –dijo su esposo, Enrique, parándose al lado de Sofía, y acomodándose la camisa.
−No está –respondió Sofía, mirándolo fijamente.
− ¡No puede ser!, tiene que estar por aquí cerca –intuyó Enrique, agachándose, y mirando debajo de la mesita de noche−. Su esposa lo imitó −Buscaron en los alrededores de la misma, pero no la hallaron. Continuaron la búsqueda por toda la sala: el anaquel donde estaba ubicado el televisor y el equipo de sonido; el otro donde estaban los cuadros con fotos de la familia, varios premios que recibió Enrique en la universidad por ser un estudiante sobresaliente, y también una estatuilla que había recibido en su trabajo, como un galardón por ser un empleado ejemplar, dando valor a su título de graduado: Ingeniero Naval.
Después cinco minutos, Sofía miró su reloj de mano.
−Se está haciendo tarde Enrique, ¿ahora que vamos a hacer?
− ¡Que más! –suspiró Enrique y luego respondió−: Pedir un taxi. Es lo que nos queda.
−Pero no es justo, yo quería acompañarte hasta el puerto –dijo Sofía, mostrando una cara de tristeza, sentándose en el sofá−. Sí Manuel, no hubiese votado el otro juego de llaves, nos hubiésemos ahorrado este imprevisto −Sofía hablaba de su hijo de ocho años.
−Si mi amor, pero no es el fin del mundo –la calmó Enrique−. Llamaré al servicio de taxis, mientras tú vas por los niños a la habitación, para despedirme de ellos.
Sofía afirmó con aprobación, levantándose del sofá. Se dirigió hacia el segundo piso de la vivienda. Mientras su esposo intentaba localizar algún taxi.
Cinco minutos después Sofía llegó a la sala acompañada de Manuel, y de Rita, su hija menor, de cinco años. Afuera se escuchó el ruido del motor de un auto. Enrique abrió la puerta principal de la casa. Allí estaba el taxista, quien llegó rápidamente, desde que él lo había contactado. Eso era justo lo que necesitaba Enrique, ya que estaba llegando al límite del tiempo para permanecer en la casa.
−Mi amor, llegó el taxi. Me tengo que ir ya –dijo Enrique mirando a sus esposa.
− ¿Papi ya te vas? –le preguntó su hija, caminando hasta donde estaba su padre. Enrique la agarró en sus abrazos y caminó hasta donde estaba Manuel.
−Mis niños. Tengo que irme ya. Tengo que ir a trabajar. Pero no se preocupen, que regreso pronto –le dijo Enrique, acariciando las mejillas de sus hijos.
Enrique miró a su esposa. Ella movió la cabeza de un lado para otro, lentamente. −La razón−: su esposo, retornaría cuatro o cinco meses a la casa, luego de permanecer fuera del país, en un crucero, principalmente en Europa.  Esto era lo que su oficio le demandaba, pero su salario le retribuía el tiempo que permanecía alejado de su familia.
Desde adentro de la casa se volvió a escuchar el pitido del taxi. Enrique se asomó a la puerta y le gritó al taxista, queriendo igualar la proporción del pitido: − ¡ya voy!
−Ya me tengo que ir. Los quiero hijos. Adiós mi amor –acarició a su esposa y la besó en los labios−. Hijos, cuiden a su mamá –los niños asintieron.
Enrique agarró el equipaje, salió por la puerta, caminó hasta el taxi y entró en él. Desde allí alzando la mano, y moviéndolas se despidió de su familia, quienes estaban parados en la puerta.
Cuando Sofía no pudo divisar más el taxi, que se desvaneció, perdiéndose en la carretera, entró a la casa con sus hijos y cerró la puerta.

−Ahora que papá se fue. Es momento de buscar la llave. Y nadie jugará hasta encontrarla  −los niños miraron a su madre, asombrados, por el tono en el que lo había dicho−. Su madre estaba molesta.

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