lunes, 20 de julio de 2015

El USURPADOR (Capitulo 1)

EL USURPADOR. 

Capitulo 1: Volviendo a nacer

Buenos días, galán –saluda la enfermera de baja estatura.

−Bueenoos díías docctora –tartamudea el paciente de tez blanca y de ojos verdes.

Esto es algo que la enfermera no puede creer. Aunque es una buena noticia, ha quedado abrumada, debido a que el hombre tiene siete semanas internado en el nosocomio.
Anteriormente, tanto ella como el doctor, le habían realizado las primeras estimulaciones, hablándole día a día, pero no sobraban más que intentos de articular una vocal. No obstante, el paciente ha podido moverse con facilidad en la cama, y fuera de ella, cuando así lo desea, para hacer sus necesidades.
La enfermera, ante este milagroso suceso, permanece de pie, mirando al paciente. Se reincorpora, sale de la habitación y busca al doctor.

Ella observa al doctor en el pasillo. Da unos pasos más, aumenta el tono de su voz:
− ¡Habló, doctor!, ¡habló!
El doctor de 50 años y de baja estatura, abandona la conversación que estaba manteniendo con el familiar de algún paciente y camina de forma apresurada hasta donde se encuentra su compañera de turno.
− ¿Por qué esos gritos?, ¿Quién habló? –pregunta el doctor.
−Del galán –responde la enfermera−. El señor que estuvo en coma por un mes.

La enfermera habla de aquel “galán”, mostrando una alegría en su rostro, como si fuese un familiar suyo. Tal vez le ha tomado cariño o ha sido hechizada por el galán de ojos verdes.
Con una actitud diferente a la enfermera, el doctor no se sorprende, por lo que su colega le ha informado, tal vez porque era algo que debía suceder tarde o temprano. Sin dudarlo, avanza hacia la habitación del paciente, acompañado de la enfermera. Entra a la habitación, y se decide a corroborar, tal noticia. Dentro de la habitación, saluda al hombre, con el seudónimo que la enfermera treintañera, le ha creado:
− ¡Buenos días galán!
−Buenos días doctor –saluda esta vez, el paciente, sin siquiera tartamudear.
− Al fin!, ya se estaba demorando –habla en voz baja el doctor, evocando una sonrisa, mientras observa al paciente de cerca.
El paciente sonríe.

−Permíteme revisarte galán –prosigue el doctor, mientras toma en sus manos la libreta, en la cual la enfermera ha anotado cada detalle del mejoramiento del paciente−. ¿Puedes leer lo que dice aquí? –pregunta el doctor, dándole la libreta, y señalando una frase que está escrita en mayúscula cerrada.
“PACIENTE EN COMA” –lee el hombre al instante.
−Por lo visto, no solo puedes hablar, sino también leer perfectamente, ¡es un resultado sorprendente!, ahora bien dispénseme mi estimado, mi nombre es Jorge, y la enfermera aquí presente se llama Milagros. Nosotros lo hemos atendido desde el primer día, que llegó a este hospital.
La enfermera le sonríe al paciente, seguido toma la libreta de las manos del doctor, y se sienta en la única silla que hay en la habitación.

−Galán, te haré unas preguntas, −dice la enfermera−. Sobre información personal, que es muy importante para su expediente.
El galán asiente.
− ¿Cuál es su nombre? −le pregunta la enfermera.
−Esteban Caballero.
− ¿Cuántos años tiene?
−Tengo 48 años.
− ¿A que se dedica?
−Soy abogado, y soy el dueño de un bufete.
−Muy bien –dice la enfermera– .En vista de que no tenemos información acerca de su familia, podría decirme si tiene esposa e hijos.
−No tengo esposa ni hijos, señorita –responde Esteban muy seguro y luego agrega−. Solo tengo a un hermano.
− ¿Como se llama su hermano?
−Roberto Díaz.
La enfermera hace una pausa y luego le pregunta algo desconcertada:
− ¿Es Roberto su hermano?, le pregunto porque tiene el apellido diferente al suyo.
− ¡Ah!, −suspira Esteban−. Se debe a que somos medio-hermanos.
−Gracias por aclararlo, Esteban. Ahora me podría contestar, ¿recuerda usted, que fue lo que le ocurrió, en el accidente?
El señor Esteban permanece callado unos segundos, luego responde:
−Recuerdo que fui asaltado por dos hombres, aunque no pude ver sus rostros, debido a que usaban pasamontañas…pero dígame enfermera, ¿en que estado llegue a aquí?
La enfermera se dispone a contestar, pero el doctor se le adelanta y toma la palabra:
−Usted llegó aquí una tarde, a la sala de urgencias, con dos balas incrustadas en su cuerpo, una de ellas en la tetilla derecha, y la otra en el vientre. Perdió mucha sangre, y mientras intentábamos reanimarlo, cayó en un estado de coma, en el cual estuvo por un mes, y ahora tiene tres semanas desde que despertó.
− ¿Quiénes habrán sido aquellos asaltantes? −Susurra esteban.
 −Eso es lo que nosotros quisiéramos saber. Pero como ahora usted ha dicho que no vió el rostro de los delincuentes, es imposible dar con ellos.
− ¡Si!, será difícil, ¡muy difícil! –añade Esteban, casi evocando una sonrisa, pero los doctores no lo notaron, seguido pregunta: ¿cómo se llama este hospital?
−Santo Tomas –responde al instante la enfermera.
−Déjeme decirle algo más –prosigue el doctor− .Nosotros no dimos aviso a las autoridades, porque no sabíamos siquiera como se llamaba, ya que usted no traía documentos consigo el día que llegó al hospital. Por la misma razón no pudimos avisar a su familia. Tampoco no lo expusimos a los medios, todo por salvaguardar su vida. No podíamos arriesgarnos a que si alguien lo había intentado matar, llegase al hospital y acabara con el trabajo.
−Muchas gracias doctor, le agradezco por eso.
El doctor revisa el pulso del paciente, y asiente positivamente sobre el estado de Esteban; simultáneamente continua la conversación:
−Lo único que encontró el personal que lo recogió cerca de donde usted se hallaba, fue un celular. Que puede o no ser suyo, porque no pudimos descifrar el nombre del dueño, ya que está bloqueado.
− ¿Dijo un teléfono celular…? –exclama exaltado el señor Esteban.
−Así es,… ¿Porque le sorprende?
−Es muy importante para mí, ¿dónde está el teléfono celular?, ¡si lo trae, podré saber si me pertenece!
−Está en un gabinete –contesta el doctor– .Junto a la ropa que usted vestía cuando ingresó al hospital. Objetos personales que entregaré, cuando se le dé de alta.
−Bueno me tocará esperar, y ya que está hablando de mi salida, doctor, ¿Cuándo será eso?
− ¿Quiere abandonarnos?, mire que Milagros se ha encariñado con usted –dice el doctor muy sonriente.
−Doctor, es que desde que desperté, he querido salir de este hospital. En ese entonces no podía hablar, y ahora que puedo decirlo, lo digo: ¡quiero salir de este hospital!, me siento muy bien doctor.
−Le creo Esteban. Pero en su caso, debe permanecer en observación 48 horas, para luego aprobarle la salida. Lo cual indica que si todo marcha bien, en dos días, a las ocho de la mañana, sería su salida. Pero le informo que deberá estar presente un familiar suyo, para poder darle de alta. En este caso le tocaría informarle a su hermano.

Con estos últimos diálogos de doctor-paciente. Los médicos se despiden momentáneamente de él para atender a otros. Antes de cerrar la puerta de la habitación, el doctor acota que de necesitar algo, la enfermera está en toda la disponibilidad de ayudarlo. Los dos galenos salen de la habitación.

A mediodía, la enfermera entra en la habitación con una bandeja de comida, la cual entrega a Esteban. La enfermera lo ayuda a sentarse en la cama para que pudiese almorzar. Luego que Esteban termina de almorzar, la enfermera le da una sorpresa.
−Mira lo que te traje galán –dice Milagros, sacando un «Smartphone» del bolsillo y entregándoselo a Esteban.
− ¡Si es mi teléfono celular!  –afirma, muy feliz−. ¿No teme que el doctor le llame la atención, por saltarse las reglas?
−Tranquilo galán, hablaré con él. Tendrá que entender que en este caso hay que hacer una excepción, para que usted contacte a su hermano.
−Gracias Milagros, ¡que Dios te lo pague!
− Revise para ver si el teléfono tiene saldo y con suerte podrá hablar con su hermano.
− ¡Eso es exactamente lo que haré! −manifiesta Esteban−. Muchas gracias Milagros –dice, brindándole una sonrisa−.
−De nada Esteban. Ahora lo dejare descansar. Pero de necesitar mi ayuda, puede llamarme  –dice la enfermera, luego sale de la habitación.

Después de almorzar, Esteban toma el teléfono celular, comprueba que tiene saldo en el mismo, seguido hace una llamada.
−Hola Roberto, ¿como estás?
Alguien ha contestado la llamada.
Seguidamente Esteban prosigue:
− ¿Puedes venir pasado mañana, al hospital Santo Tomas a las ocho de la mañana?, no te preocupes ya que estoy bien, pero acá necesitan a un familiar que me respalde para darme de alta. Y ya no te puedes negar, porque le dije al doctor que eres mi hermano. Te pido que no avises a mi familia por ahora.
Esteban deja de hablar y solo se limita escuchar al tal Roberto.
Pasado unos minutos Esteban prosigue:
− ¿De quién me estás hablando?, yo estoy en el hospital, ¡no puedo estar en dos lugares a la vez!
Esteban hace una pausa nuevamente de pocos minutos y luego vuelve a hablar:
 −Te pido que no me abandones en este momento, eso que me dices debe tener una explicación. Si yo no fuese Esteban, ¿cómo podría explicar que te conozco y que tengo tu número celular?, además fíjate de que número te estoy llamando, ¡es el mío!, ¿o no es así? –expresa Esteban, tratando de convencer a Roberto.
Al parecer, Roberto, del otro lado de la línea ha accedido asistir al hospital, por lo siguiente que expresa Esteban:
−Muchas gracias amigo, muchas gracias, creí que sería más difícil convencerte. ¡Otra cosa Roberto!, cuando llegues por mí, no me hagas tantas preguntas, ya que no le he dicho a los doctores toda la verdad. Acá te darás cuenta que soy yo el verdadero Esteban. No tendrás dudas.
Esteban se despide de aquel hombre, y enseguida cuelga la llamada.

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