EL USURPADOR.
Capitulo 1: Volviendo a nacer
−Buenos días, galán –saluda la enfermera de baja estatura.
−Bueenoos
díías docctora –tartamudea el paciente de tez blanca y de ojos verdes.
Esto es algo que la enfermera no puede creer. Aunque
es una buena noticia, ha quedado abrumada, debido a que el hombre tiene siete
semanas internado en el nosocomio.
Anteriormente, tanto ella como el doctor, le habían
realizado las primeras estimulaciones, hablándole día a día, pero no sobraban
más que intentos de articular una vocal. No obstante, el paciente ha podido moverse
con facilidad en la cama, y fuera de ella, cuando así lo desea, para hacer sus
necesidades.
La enfermera, ante este milagroso suceso, permanece
de pie, mirando al paciente. Se reincorpora, sale de la habitación y busca al
doctor.
Ella observa al doctor en el pasillo. Da unos pasos
más, aumenta el tono de su voz:
− ¡Habló, doctor!, ¡habló!
El doctor de 50 años y de baja estatura, abandona la
conversación que estaba manteniendo con el familiar de algún paciente y camina
de forma apresurada hasta donde se encuentra su compañera de turno.
− ¿Por qué esos gritos?, ¿Quién
habló? –pregunta el doctor.
−Del galán –responde la enfermera−. El señor que
estuvo en coma por un mes.
La enfermera habla de aquel “galán”, mostrando una
alegría en su rostro, como si fuese un familiar suyo. Tal vez le ha tomado cariño
o ha sido hechizada por el galán de ojos verdes.
Con una actitud diferente a la enfermera, el doctor
no se sorprende, por lo que su colega le ha informado, tal vez porque era algo
que debía suceder tarde o temprano. Sin dudarlo, avanza hacia la habitación del
paciente, acompañado de la enfermera. Entra a la habitación, y se decide a corroborar,
tal noticia. Dentro de la habitación, saluda al hombre, con el seudónimo que la
enfermera treintañera, le ha creado:
− ¡Buenos días galán!
−Buenos días doctor –saluda esta vez, el paciente, sin
siquiera tartamudear.
− Al fin!, ya se estaba demorando –habla en voz baja
el doctor, evocando una sonrisa, mientras observa al paciente de cerca.
El paciente sonríe.
−Permíteme revisarte galán –prosigue el doctor,
mientras toma en sus manos la libreta, en la cual la enfermera ha anotado cada
detalle del mejoramiento del paciente−. ¿Puedes leer lo que dice aquí? –pregunta
el doctor, dándole la libreta, y señalando una frase que está escrita en
mayúscula cerrada.
−“PACIENTE EN COMA”
–lee el hombre al instante.
−Por lo visto, no solo puedes hablar, sino también
leer perfectamente, ¡es un resultado sorprendente!, ahora bien dispénseme mi
estimado, mi nombre es Jorge, y la enfermera aquí presente se llama Milagros.
Nosotros lo hemos atendido desde el primer día, que llegó a este hospital.
La enfermera le sonríe al paciente, seguido toma la
libreta de las manos del doctor, y se sienta en la única silla que hay en la
habitación.
−Galán, te haré unas preguntas, −dice la enfermera−.
Sobre información personal, que es muy importante para su expediente.
El galán asiente.
− ¿Cuál es su nombre? −le pregunta la enfermera.
−Esteban Caballero.
− ¿Cuántos años tiene?
−Tengo 48 años.
− ¿A que se dedica?
−Soy abogado, y soy el dueño de un bufete.
−Muy bien –dice la enfermera– .En vista de que no
tenemos información acerca de su familia, podría decirme si tiene esposa e
hijos.
−No tengo esposa ni hijos, señorita –responde Esteban
muy seguro y luego agrega−. Solo tengo a un hermano.
− ¿Como se llama su hermano?
−Roberto Díaz.
La enfermera hace una pausa y luego le pregunta algo
desconcertada:
− ¿Es Roberto su hermano?, le pregunto porque tiene el
apellido diferente al suyo.
− ¡Ah!, −suspira Esteban−. Se debe a que somos medio-hermanos.
−Gracias por aclararlo, Esteban. Ahora me podría
contestar, ¿recuerda usted, que fue lo que le ocurrió, en el accidente?
El señor Esteban permanece callado unos segundos,
luego responde:
−Recuerdo que fui asaltado por dos hombres, aunque
no pude ver sus rostros, debido a que usaban pasamontañas…pero dígame enfermera,
¿en que estado llegue a aquí?
La enfermera se dispone a contestar, pero el doctor se
le adelanta y toma la palabra:
−Usted llegó aquí una tarde, a la sala de urgencias,
con dos balas incrustadas en su cuerpo, una de ellas en la tetilla derecha, y
la otra en el vientre. Perdió mucha sangre, y mientras intentábamos reanimarlo,
cayó en un estado de coma, en el cual estuvo por un mes, y ahora tiene tres
semanas desde que despertó.
− ¿Quiénes habrán sido aquellos asaltantes? −Susurra
esteban.
−Eso es lo
que nosotros quisiéramos saber. Pero como ahora usted ha dicho que no vió el
rostro de los delincuentes, es imposible dar con ellos.
− ¡Si!, será difícil, ¡muy difícil! –añade Esteban,
casi evocando una sonrisa, pero los doctores no lo notaron, seguido pregunta: ¿cómo
se llama este hospital?
−Santo Tomas –responde al instante la enfermera.
−Déjeme decirle algo más –prosigue el doctor− .Nosotros
no dimos aviso a las autoridades, porque no sabíamos siquiera como se llamaba,
ya que usted no traía documentos consigo el día que llegó al hospital. Por la
misma razón no pudimos avisar a su familia. Tampoco no lo expusimos a los
medios, todo por salvaguardar su vida. No podíamos arriesgarnos a que si
alguien lo había intentado matar, llegase al hospital y acabara con el trabajo.
−Muchas gracias doctor, le agradezco por eso.
El doctor revisa el pulso del paciente, y asiente
positivamente sobre el estado de Esteban; simultáneamente continua la
conversación:
−Lo único que encontró el personal que lo recogió
cerca de donde usted se hallaba, fue un celular. Que puede o no ser suyo,
porque no pudimos descifrar el nombre del dueño, ya que está bloqueado.
− ¿Dijo un teléfono celular…? –exclama exaltado el
señor Esteban.
−Así es,… ¿Porque le sorprende?
−Es muy importante para mí, ¿dónde está el teléfono celular?,
¡si lo trae, podré saber si me pertenece!
−Está en un gabinete –contesta el doctor– .Junto a
la ropa que usted vestía cuando ingresó al hospital. Objetos personales que
entregaré, cuando se le dé de alta.
−Bueno me tocará esperar, y ya que está hablando de
mi salida, doctor, ¿Cuándo será eso?
− ¿Quiere abandonarnos?, mire que Milagros se ha
encariñado con usted –dice el doctor muy sonriente.
−Doctor, es que desde que desperté, he querido salir
de este hospital. En ese entonces no podía hablar, y ahora que puedo decirlo,
lo digo: ¡quiero salir de este hospital!,
me siento muy bien doctor.
−Le creo Esteban. Pero en su caso, debe permanecer
en observación 48 horas, para luego aprobarle la salida. Lo cual indica que si
todo marcha bien, en dos días, a las ocho de la mañana, sería su salida. Pero
le informo que deberá estar presente un familiar suyo, para poder darle de
alta. En este caso le tocaría informarle a su hermano.
Con estos últimos diálogos de doctor-paciente. Los
médicos se despiden momentáneamente de él para atender a otros. Antes de cerrar
la puerta de la habitación, el doctor acota que de necesitar algo, la enfermera
está en toda la disponibilidad de ayudarlo. Los dos galenos salen de la
habitación.
A mediodía, la enfermera entra en la habitación con
una bandeja de comida, la cual entrega a Esteban. La enfermera lo ayuda a
sentarse en la cama para que pudiese almorzar. Luego que Esteban termina de
almorzar, la enfermera le da una sorpresa.
−Mira lo que te traje galán –dice Milagros, sacando
un «Smartphone» del bolsillo y entregándoselo
a Esteban.
− ¡Si es mi teléfono celular! –afirma, muy feliz−. ¿No teme que el doctor le
llame la atención, por saltarse las reglas?
−Tranquilo galán, hablaré con él. Tendrá que
entender que en este caso hay que hacer una excepción, para que usted contacte
a su hermano.
−Gracias Milagros, ¡que Dios te lo pague!
− Revise para ver si el teléfono tiene saldo y con
suerte podrá hablar con su hermano.
− ¡Eso es exactamente lo que haré! −manifiesta
Esteban−. Muchas gracias Milagros –dice, brindándole una sonrisa−.
−De nada Esteban. Ahora lo dejare descansar. Pero de
necesitar mi ayuda, puede llamarme –dice
la enfermera, luego sale de la habitación.
Después de almorzar, Esteban toma el teléfono celular,
comprueba que tiene saldo en el mismo, seguido hace una llamada.
−Hola Roberto, ¿como estás?
Alguien ha contestado la llamada.
Seguidamente Esteban prosigue:
− ¿Puedes venir pasado mañana, al hospital Santo
Tomas a las ocho de la mañana?, no te preocupes ya que estoy bien, pero acá necesitan
a un familiar que me respalde para darme de alta. Y ya no te puedes negar,
porque le dije al doctor que eres mi hermano. Te pido que no avises a mi
familia por ahora.
Esteban deja de hablar y solo se limita escuchar al
tal Roberto.
Pasado unos minutos Esteban prosigue:
− ¿De quién me estás hablando?, yo estoy en el
hospital, ¡no puedo estar en dos lugares a la vez!
Esteban hace una pausa nuevamente de pocos minutos y
luego vuelve a hablar:
Al parecer, Roberto, del otro lado de la línea ha accedido
asistir al hospital, por lo siguiente que expresa Esteban:
−Muchas gracias amigo, muchas gracias, creí que sería
más difícil convencerte. ¡Otra cosa Roberto!, cuando llegues por mí, no me
hagas tantas preguntas, ya que no le he dicho a los doctores toda la verdad.
Acá te darás cuenta que soy yo el verdadero Esteban. No tendrás dudas.
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