A las
ocho de la mañana del día siguiente…, mientras Esteban y su amigo disfrutan de
una taza de café en la cocina, alguien toca el timbre del apartamento.
Lucia
abre la puerta. Los médicos, Miguel y Gretel, preguntan por el señor Roberto.
Lucia camina hacia el comedor, donde los señores están desayunando.
−
¡Señor Roberto!, lo buscan unos médicos, ¿los hago pasar?
−
¡Ah!, Ya llegaron. Gracias Lucía. Sí, hazlo pasar. Ven Esteban, te los voy a
presentar.
Lucia
se adelanta e invita a pasar a la sala a los doctores.
Roberto
y Esteban Llegan hasta la sala, donde están los médicos, sentados en uno de los
sofás de la sala, y a un lado lo que se podría suponer eran los implementos
médicos.
−Doctor,
doctora, este es el paciente. –dice Roberto señalando a Esteban. Esteban
estrecha la mano de los especialistas, sin saber a que se debe la visita de
estos en el apartamento.
−
¡Pero usted se ve lucido!, ¡no parece que haya salido de coma! –expresa el
doctor.
−Roberto,
no me digas que contrataste a estos doctores para que me atiendan.
−Si,
Esteban. Te presento al doctor Miguel, de medicina general; y la
fisioterapeuta, Gretel; quienes te ayudaran a recuperarte totalmente.
−
¡Pero si yo no lo necesito Roberto!, doctores realmente creo que mi amigo se ha
equivocado, porque yo estoy bien.
−
¿Como sabe?, ¿Cómo sabe que está bien? –dice la fisioterapeuta, frenando a
Esteban, y dejándolo impresionado por la reacción–. Usted puede decir que está
bien de salud, y esperemos que sea así. Pero nuestro deber será atenderlo
periódicamente durante un tiempo, hasta darle un resultado favorable a su
situación. Cuando eso suceda, suspenderemos las visitas. Por ahora nuestro deber
será, evaluarlo y ayudarlo en todo lo que necesite.
−Está
bien –contesta Esteban, como niño
regañado, luego mira a Roberto y le dice – ¡esto costará mucho dinero!, ¡me da mucha
pena contigo!
−No
te preocupes Roberto, acuérdate que en el pasado hiciste algo por mí.
Roberto
se refería a que cinco años atrás, Esteban lo ayudó a demandar a una empresa
para la cual había laborado veinte años. El dueño de la empresa lo liquidó, sin
causa justificada, pagándole una miseria, por haber laborado dos décadas. Luego
que Esteban ganó el caso, Roberto quedó muy admirado y agradecido con el
abogado. A partir de allí establecieron una amistad. El contador del bufete de
abogados de Esteban renunció al puesto, la vacante quedó libre. Esteban sin
pensarlo le ofreció la plaza a Roberto. Roberto quedó muy agradecido con
Esteban por ayudarlo con el caso y por reclutarlo en el bufete de abogados.
Roberto pidió a Esteban, que cuando necesitara una ayuda, contara con él.
−
¡Ah!, y no te había dicho que ya pague la cuenta del hospital –añade el señor
Roberto.
−
¿También hiciste eso?
El
señor Roberto lo confirma.
−Te
dejaré en la ruina –prosigue, Esteban.
−No
te preocupes amigo, todo sea por tu bienestar.
−
¡Está bien! –acepta Esteban−. ¡Todo sea por mi salud!, pero prometo pagarte
hasta el último centésimo.
Los
médicos, acompañados de Esteban, se dirigen a la habitación de éste. Roberto va
a la cocina en busca de un refresco que Lucia ha estado preparando. Los médicos
revisan a Esteban.
Roberto
entra a la habitación, con una bandeja en las manos, y en ella tres vasos de
refrescos, y se los entrega uno a cada uno.
Los doctores concluyen que el organismo de Esteban está en su condición normal, el
corazón, los oídos, y demás órganos. Ellos dan un pronóstico favorable para Esteban.
−Si
todo marcha bien, en pocas semanas, Gretel, lo daría de alta. Porque yo a partir
de este momento no tengo más nada que hacer acá. Usted no está desorientado, y
como he notado tampoco tiene problemas de memoria ni emocionales. Por lo tanto,
la ayuda que usted necesitara será a través de terapias, y la encargada de
esto, es la fisioterapeuta. –manifiesta el doctor.
−Si
usted coopera, podemos trabajar con las terapias activas. Estas constan de
ejercicio físico, y ejercicio de la voz, principalmente. Aunque a leguas se
nota que no las necesita –habla Gretel.
−Entonces,
Esteban tendría que asistir a un gimnasio, porque aquí no tengo maquinas.
–irrumpe Roberto.
−Si
claro –dice la fisioterapeuta.
−Por
eso no hay ningún problema, al lado de este edificio, hay un gimnasio, allí
podría ejercitarse Esteban.
−Perfecto.
–acota Gretel−. Doctor, necesito que haga una receta, con medicamentos para
reforzamiento del cerebro, Esteban las necesita.
El
doctor hace la receta inmediatamente y se la entrega a Esteban; quien a su vez
se la cede a Roberto.
−Eso
sería todo por hoy. –dice la fisioterapeuta.
−Perfecto,
entonces me iré con ustedes, iré a la farmacia a comprar los medicamentos –añade
Roberto.
Minutos
después, los especialistas y Roberto salen del apartamento. Lucia los alcanza
en el ascensor. Roberto le entrega a Miguel, el cheque correspondiente al pago por
los servicios prestados. El doctor asegura estar disponible si alguna
emergencia llegase a suceder. En la planta baja del edificio, Gretel promete
estar al siguiente día temprano con Esteban. Roberto se despide de los
doctores, y camina hasta la farmacia, a un costado del edificio, compra los medicamentos y se le
entrega a Lucia, le pide que se encargue de suministrárselos a Esteban, y que
cuide de él. Roberto entra a su auto y se dirige al bufete de abogados, ubicado
en Bella Vista. Mientras que Lucia regresa al apartamento.
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