La
Terapia rutinaria del señor Esteban ha consistido en realizar los ejercicios
físicos en el gimnasio, programados por la fisioterapeuta, y con ayuda de esta.
Una vez finalizada la sesión de dos horas, Gretel lleva a su paciente al
apartamento, y luego se retira.
Dos
semanas después de iniciado el tratamiento, Esteban le pide a su amigo que
visite a su familia en Costa del Este. Roberto acepta complacido, así que sale
para la casa de la familia Caballero en la primera hora de la noche. Su
objetivo es encontrar a toda la familia reunida, especialmente al hasta ese
momento llamado «el usurpador».
La
distancia que tiene que recorrer el señor Roberto hasta la residencia de la
familia Caballero ubicada en Costa del
Este, es de unos 9400 metros aproximadamente. A parte de contar con muchos
edificios de gran tamaño, Costa del Este alberga las urbanizaciones más
costosas de la ciudad, con garitas de seguridad las veinticuatro horas; también
hay allí centros comerciales, farmacias, colegios y canchas deportivas, más no
centros universitarios.
El
señor Roberto Llega a la garita de seguridad veinte minutos después. El oficial
de seguridad avisa a la familia, y luego lo deja pasar. Roberto estaciona el
auto. Una señora elegante, delgada y de ojos marrones, sale a su encuentro.
−Buenas
noches Martha.
−Buenas
noches Roberto. ¿Cómo estás?
−Bien.
Gracias a Dios.
−Excelente.
−
¿Cómo está usted?
−Felizmente
y a punto de cenar. Sígueme, estás en tu casa. Ah, y me acompañas a la mesa.
El
domicilio cuenta con dos niveles, en el primero está la sala, el estudio del
señor Esteban, la cocina, el comedor, la lavandería y el dormitorio de la
empleada. En el segundo, están los dormitorios. «El señor Roberto conoce esa residencia como la palma de su mano.»
En
la mesa, están solo dos jóvenes, los hijos de Esteban. Ambos han heredado los
mismos ojos verdes de su padre.
Katrina,
una joven con diecinueve años, estudia la carrera de Doctor en Medicina y Cirugía. Disfruta
leyendo revistas de medicina, sobre los avances en cuanto a esta ciencia. No es
amante de las fiestas, pero si va al cine cada vez que se estrenan películas de
su gusto.
Por
otra parte Gabriel, con veintiún años, cursa una licenciatura en Administración
de negocios. Asiste a fiestas en el centro de la ciudad en compañía mayormente
de amigos, quienes son a la vez compañeros de la universidad. Todas las tardes
después de hacer las tareas de la universidad, se instala frente al supercomputador
que posee, revisa todas sus redes sociales, disfruta con los juegos de video en
línea, y hace competencia con sus amigos. También le dedica tiempo a su novia, la
lleva al cine, a la playa, o a cualquier otro lugar de la ciudad.
Ambos
estudian en la Universidad Latina de Panamá. Sus padres han procurado darle una
educación de calidad.
−Buenas noches Katrina, buenas noches Gabriel, ¿Cómo
están? –Saluda Roberto.
−Muy bien –responden ambos−. ¿Y a usted como le va?
–pregunta Gabriel.
−Pues…en lo de siempre: trabajar y trabajar –responde
Roberto–. ¿Esteban está en la casa? –pregunta.
−Si está –responde Martha–. Está dándose una ducha y
luego bajará.
−Esta vez no ha salido al encuentro Kenay, donde está
mi perro favorito.
−Esteban lo tiene en la parte trasera de la casa.
− ¿y eso porque?, ¿Qué le hizo?
−Lo que pasa es que últimamente ha estado muy rabioso.
Lo llevé al veterinario y me dijeron que está bien de salud.
− ¿Pero está rabioso con todos?
−No. Solo con Esteban.
−Que extraño, pobre Kenay. Ojala pronto se le pase.
−Eso espero –agrega la señora Martha.
La Señora Martha, de cuarenta y seis años, se ha dedicado
al cultivo y venta de flores, en un local a unas cuadras de la residencia. Ella
lleva pocos años en el negocio, y le va muy bien, aunque más que tomarlo como
un trabajo, para ella es un pasatiempo. Además es dueña absoluta de una
cuantiosa fortuna que le han heredado sus padres. Aunque hasta ese momento se
ha dedicado a la floristería, años atrás dejó las aulas, donde había fungido
como docente.
Cuando Leonel entra al comedor, no puede disimular
la sorpresa de encontrar a Roberto en la casa. Se sienta en una de las sillas,
frente a Roberto. En primera instancia no se percata de las miradas que recaen
en él, esto debido a que está utilizando la mano izquierda para sostener el
utensilio. Cuando su hija hace el comentario, Esteban lleno de asombro, no
disimula, y cambia el utensilio a la mano derecha. Sin embargo, nadie toma en
serio este suceso. Contrario a esto, solo sonríen.
−Papá deberías sentirte orgulloso –expresa Gabriel.
−Desde pequeño había adquirido la destreza, pero no
la utilizaba –expresa Leonel muy relajado.
Luego que cenaron, Leonel, una vez más evita
conversar con quien se supone es su amigo y sube al segundo. Martha y sus hijos
se extrañan por lo ocurrido.
− ¿Hay algún problema entre ustedes? –pregunta
Martha.
−No, ninguno. Tampoco entiendo porque me está
evitando. Ya que lo hace desde hace un buen tiempo. Esto no es nuevo.
−
¡No puede ser! –expresa Martha, sorprendida.
−No
te preocupes Martha, ya se le pasará.
Con
esto, Roberto se despide de la familia, y les promete que muy pronto volverá,
para averiguar que le está pasando a su mejor amigo.
***
De
regreso a su casa, en Condado del Rey, su amigo lo satura de preguntas. Lo
único que Roberto le cuenta fue sobre el incidente de la cena.
−
¿Cómo tomó mi familia ese incidente?
−Creo
que normal, ninguno se exaltó, es más lo felicitaron.
−
¡No puede ser! –expresa Esteban, fuera de sí.
−En
ese momento, me hubiese gustado decirle a tu familia que Leonel era un
usurpador. Pero sabía que no me creerían, porque no tengo como demostrarlo
–expone Roberto.
−Tienes
razón, Roberto, no tenemos pruebas.
Roberto toma por el hombro a su amigo y lo
tranquiliza, le dice que tal vez Leonel ha disimulado muy bien. Pero le da
esperanzas, le promete que ya encontrará alguna prueba.
−Tendrá
que fallar en algún momento, ya lo veras. Allí nosotros actuaremos. De no ser
así, presionaremos un poquito y todo
caerá por su propio peso.
−Eso
espero Roberto, sino me volveré loco. Aparte de eso, ¿Cómo está mi esposa y mis
hijos?
−Yo
los vi muy bien de salud.
−Eso
me alegra –expresa el señor Esteban.
−Hay
algo más –dice Roberto.
−
¿Qué pasa?, no me asustes.
−Leonel
tiene a Kenay en la parte trasera de la casa.
−Pobre
Kenay, él si sabe lo que es Leonel, pero lastimosamente los perros no hablan.
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