Capítulo 5
Sofía recorrió cada lugar
visible de la sala, con su vista. Su intuición le decía que algo faltaba en el
anaquel, donde estaban los retratos de la familia. Se percató que faltaba la
estatuilla, la misma que su esposo había recibido como un reconocimiento por el buen
desempeño en el oficio.
Revisó todo el anaquel, pero
por ningún lado estaba la dichosa estatuilla. Pisó una diminuta pero llamativa pieza
con sus pies, se agachó y la tomó con sus manos. Su rostro cambio de tonalidad,
reflejaba indignación. En eso entró Ramón a la sala, quien vestía otra vestimenta.
−Ramón, búscame a la nana.
Dile que venga rápido.
El jardinero notó a su
patrona muy enojada. Mientras caminaba hacia la cocina a buscar a Mabel, se
preguntaba, que estaba pasando ahora. Solo había visto una vez a su patrona de
esa manera y esta vez, no creía que la llave del auto le había ocasionado tal
enojo.
Ramón y Mabel, de pie,
frente a su patrona. Ella los mira fijamente, le dice sin más:
− ¿Dónde está la estatuilla?,
o mejor dicho, ¿Quién rompió la estatuilla? −mostrándoles la pequeña pieza en
su mano derecha.
Tanto Ramón como Mabel, negaron tener algo que ver, con que la estatuilla no estuviese en su lugar. En ese momento, sus dos hijos llegaron a la sala, quienes percibieron a su madre muy alterada. Manuel llevaba con él a un loro.
− ¿Mamá qué pasa? –preguntó
Manuel.
−Alguien rompió la
estatuilla, pero ya Ramón y Mabel lo negaron. Ustedes saben que le pasó a la
estatuilla –les preguntó Sofía sus hijos, mirándolos y esperando alguna
respuesta.
Ambos niños se miraron y a
la misma vez, luego movieron la cabeza.
−Nosotros no sabemos nada
–añadió Manuel.
−Bueno. En vista que no
encuentro el culpable, o el culpable no se decide a hablar. Tendré que
descontarles a ustedes, el salario correspondiente de dos meses –expresó Sofía
mirando a los empleados−. Luego dirigió su mirada a los pequeños: –ustedes no
hablaran con sus padres, hasta que él regrese.
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